Han pasado cinco años desde que se firmase la hoja de ruta que quería lograr un mundo más justo y sostenible para todos en el año 2030. En medio de la mayor emergencia sanitaria de las últimas décadas, no hay muchos motivos de celebración: solo quedan diez años para conseguir un reto que, si ya hace un lustro era ambicioso, hoy se antoja más difícil todavía.
Una firma para cambiar el mundo en quince años. Uno tras otro, representantes de 193 países sellaban con tinta la hoja de ruta que seguiría un planeta en emergencia. Era 2015 y, en pleno corazón de Manhattan, se sellaba la Agenda 2030 marcada por Naciones Unidas. Nacían así los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para «poner fin a la pobreza y encauzar al mundo en el camino de la paz, la prosperidad y las oportunidades para todos en un planeta sano», en palabras de António Guterres, secretario general de la ONU. Ahora, la semilla que se plantaba aquel 25 de septiembre ya ha germinado y espera, impaciente, a florecer en forma de economía sostenible. Han pasado 5 años y, como asegura la politóloga Cristina Monge, a pesar de que hay un importante consenso global sobre la necesidad de cumplir todos los objetivos de la Agenda, el grado en el que los distintos países la han adoptado es muy diferente. Ya en la Cumbre del Clima celebrada el año pasado en Madrid se advertía de que los esfuerzos realizados hasta el momento habían sido insuficientes para llegar a 2030 con los deberes hechos. Y eso antes de que llegase la pandemia.
Según explica el propio Guterres en el prólogo del Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2020, a inicios de año se observaban algunos avances. «Había disminuido la proporción de niños y jóvenes que no asistían a la escuela, la incidencia de muchas enfermedades transmisibles estaba disminuyendo, había mejorado el acceso al agua potable con una gestión segura y estaba aumentando la representación de la mujer en las funciones directivas», afirma en el documento. Sin embargo, al mismo tiempo, el número de personas que padecían inseguridad alimentaria aumentaba, el medio ambiente seguía deteriorándose a un ritmo alarmante y persistían los drásticos niveles de desigualdad en todas las regiones. En ese enero del que hoy nos parece que han pasado décadas, ya sabíamos que parte de la población mundial se estaba quedando atrás. Ahora, la crisis sanitaria, económica y social sin precedentes que ha generado la covid-19 pone en peligro todos los avances conseguidos estos últimos años. El reto es el mismo, pero es más difícil todavía: que los más vulnerables no se queden atrás.
Para Federico Buyolo, pedagogo, director adjunto del gabinete de la actual ministra de Educación y Formación Profesional y exdirector de la Oficina del Alto Comisionado para la Agenda 2030, esta hecatombe podría suponer «una oportunidad para generar la reconstrucción con base en políticas integrales e integradas que se engloben en la Agenda 2030». En clave de ODS se pueden leer los planes de reconstrucción verde, reconoce, tanto de la Unión Europea como de sus miembros, incluido España. Sin embargo, no queda del todo claro que se esté haciendo así.«La Agenda sería un marco idóneo desde el que enfocar esta pandemia desde un punto de vista global, pero no parece que nadie la está reconociendo como tal. Da la sensación de que se hablaba más de ella en enero que ahora», lamenta Monge, quien apunta a que el problema sea, probablemente, el aspecto global que tienen los ODS, un factor que los aleja de la narrativa oficial en cuanto a la planificación de presupuestos nacionales y regionales. «Cuando se habla de invertir fondos o de poner en marcha programas se prefieren conceptos mucho más concretos y operativos y no tan difusos o etéreos como la Agenda 2030», reconoce.
Según lo firmado el año pasado por estas fechas, en 2020 dio comienzo el decenio de acción para alcanzar los objetivos trazados hace un lustro, desde el fin de la pobreza y el hambre hasta revertir el cambio climático. Nos encontramos ante una década clave para la Agenda 2030 en la que el principal problema en España, al igual que en el resto del mundo, como asegura Buyolo, es el desconocimiento de lo que esta hoja de ruta supone –y debería suponer– para las políticas de los países. A los datos se remite Monge, que recuerda que, según una encuesta reciente del CIS, «solo el 30% de los españoles sabe lo que es la Agenda 2030, y eso a pesar de los esfuerzos realizados para que se conozca y de haberse instalado en el núcleo de la élite política, financiera, económica y social de una manera transversal». Ahí está el primer desafío: más allá de articular la recuperación tras la pandemia, el reto está en que la ciudadanía entienda que los ODS no son solo palabras bonitas, sino un paraguas que englobe todas las leyes, políticas y normativas.
«En España vemos cómo empresas de todos los sectores, la sociedad civil y las instituciones públicas comparten ese lenguaje de los ODS que permite conectar a distintos actores con un mismo objetivo. Ahora, nos queda socializarla, llegar a la ciudadanía para que entienda que todos tenemos que ser agentes de transformación», explica Buyolo. Para el pedagogo, el desafío está en que la sociedad entienda que el multilateralismo ya no es exclusivo de los Estados, sino que está en sus manos. Además, apuesta por una transformar las administraciones públicas para que la Agenda 2030 sea todavía más transversal. «Necesitamos romper esos departamentos estancos y dejar de trabajar en silos independientes, porque de lo que se trata ahora es de reconectar las distintas políticas para que tanto España, como Europa y el mundo salgan de esta crisis. Y la Agenda es la base de la construcción de las nuevas políticas para que no volvamos a cometer los errores del pasado», concluye.
Antes del coronavirus, los ODS habían hecho avances significativos, pero no suficientes. Según el Informe de progreso 2020: Reconstruir lo común, la crisis financiera de 2008 disparó el riesgo de pobreza y exclusión social al 29,2% en 2014. Cuatro años más tarde, con la Agenda 2030 aún en pañales, se había conseguido reducir al 26,1% –que se traduce en 12,2 millones de personas en situación de vulnerabilidad–. Este verano, entidades sociales alertaban de que al menos 700.000 personas más estarían en riesgo tras el impacto del virus en la actividad económica y laboral. Por eso, Buyolo apuesta por ellos como el camino a seguir para que la crisis actual no les aseste el golpe final a quienes ya partían en desventaja. En un contexto de emergencia sanitaria e incertidumbre, la realidad es que la pandemia los ha dejado en segundo plano en el discurso político e institucional en este quinto cumpleaños. Y eso es un riesgo extra para su cumplimiento. «El desafío al que se enfrenta la Agenda 2030 y, por ende, nosotros como país y como planeta, es salir de esta pandemia más fuertes de lo que hemos entrado, tanto en lo tecnológico como en la salud, lo ambiental, lo económico, lo político, la equidad social o la desigualdad laboral. La pandemia nos obliga a revisar la Agenda, no en clave de ser menos exigentes, sino al contrario, adaptándola a los nuevos desafíos que encontramos, que es la esencia de los ODS », zanja Monge.
Fuente: ethic.es