La idea de generar energía solar en el espacio y enviarla a la tierra suena radicalmente futurista, pero lleva tiempo no solo en estudio, sino en experimentación a todos los niveles.
La tecnología, denominada space-based solar power (SSP o SBSP), implica el despliegue de enormes paneles solares en la órbita terrestre en lugares donde no están sujetos al efecto barrera de las nubes, y en orientaciones que posibilitan la generación de energía durante todo el tiempo, sin tener en cuenta si es de día o de noche, y eliminando, por tanto, la necesidad de almacenar energía en baterías para cuando el sol no brilla. La energía generada es entonces convertida en ondas de energía, y se utilizan campos electromagnéticos para transferirlas a una antena en la superficie de la tierra, en donde son de nuevo convertidas en electricidad.
Si suena futurista, es porque por supuesto lo es. Pero tecnológicamente, no está tan lejos: el ejército de los Estados Unidos desplegó el pasado mayo un módulo de prueba de captación solar en el espacio, aunque por el momento, el concepto permanece aún en estudio debido a razones tecnológicas, logísticas y, sobre todo, económicas: la energía producida en la tierra mediante fuentes renovables es ya tan barata que competir con ella con instalaciones de este tipo es algo que debe justificarse adecuadamente, por ejemplo, dedicándola a instalaciones donde, por su ubicación remota o por el tipo de uso, la generación mediante renovables no sea una opción sencilla. El prototipo desarrollado por el Laboratorio de Investigación Naval, llamado Photovoltaic Radio-frequency Antenna Module (PRAM), fue puesto en órbita por el avión espacial X-37B.
Otros investigadores, dirigidos por la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón, han desarrollado también diseños para un sistema en órbita que debería ser capaz de cumplir esta función.
La complejidad del despliegue de un panel solar en el espacio comienza, lógicamente, por su tamaño: no solo debe ser muy grande, como mínimo unos diez kilómetros cuadrados, sino que, además, debe ser muy ligero para evitar que el coste de su transporte sea excesivo. En este sentido, se han valorado estrategias como materiales ultraligeros (tan solo 280 gramos por metro cuadrado) que se desdoblan como si fueran origami y que forman un enjambre que se autoensambla en destino, y que se desplazan sin necesidad de combustible. Otro diseño llamado Omega, de concepción china, prevé ser capaz de desplegar, en el año 2050, un panel solar capaz de producir y enviar a la tierra una potencia de 2GW. Otros diseños más pequeños, pensados para alimentar equipamiento espacial en otros planetas, podría ser desplegado en plazos mucho menores.
Si alguien, llevado por información anticuada o por mitos de todo tipo alimentados por determinados intereses, duda aún de la eficiencia de las renovables, puede ir dejando de hacerlo. Ahora la duda es nada menos que si las desplegamos aquí o las ponemos en órbita. Francamente impresionante.
Fuente: Enrique Dans